LO UNIVERSAL EN EL ESPÍRITU
ANDINO DE JULIO LEÓN
Teofilo Villacorta Cahuide
Han transcurrido aproximadamente dos décadas desde que frecuentaba el taller de Julio León, ubicado en el Jr. Rufino Torrico, en pleno centro de Lima, donde además tenían su atelier Alberto Dávila, Ángel Chávez, Galdos Rivas, entre otros grandes maestros. Yo era entonces un imberbe pintor tratando de encontrar alguna orientación en ese sendero por donde Julio ya había transitado ostensiblemente. En realidad, Julio León era ya un artista formado bajo los parámetros académicos y rigurosos de la vida tan difícil que le tocó vivir desde su llegada a Lima a causa de la tragedia del 70. Siempre lo veía frente a su caballete tratando de resolver algún tema que se había planteado. No se inmutaba ante la presencia de los visitantes que llegaban para verlo trabajar, pues consideraba que “su pintura no era un secreto de estado” (a diferencia de algunos pintores que adoptaban la falsa pose de misteriosos genios). Lo veíamos pintando hasta caer la tarde con ese infernal bullicio de automóviles que inundaban las calles. Extenuado, a veces se sometía a un intervalo de descanso cerrando los ojos detrás de esos cristales transparentes, donde seguramente la lucidez de su talento seguía creciendo aun en medio del sopor. Y no era para menos, pues Julio ya era docente en la Escuela Nacional de Bellas Artes, además enseñaba en el Instituto de Diseño Grafico y en el Colegio San Julián de Barranco. Por aquel entonces su pintura había encontrado una extraña pero feliz convivencia entre las bucólicas imágenes del paisaje andino y la rígida geometría de una ciudad donde el cemento crece desmesuradamente con la llamada modernidad. Y es esa fuerza telúrica imbatible la que lo ha llevado a seguir planteando la temática andina a través de personajes, como sus famosos músicos, que son los que mayor éxito le han concedido, porque en ellos percibimos una dulce y diáfana melodía expresada a través del color vivaz que pareciera traducir en nuestras almas la vívida idiosincrasia de los habitantes de las alturas. Durante su viaje a Europa, y definitiva estancia en Madrid, como es de evidenciar, su pintura ha registrado gran evolución. Sin desprenderse de su recurrente temática nacional, ha logrado una factura de dimensiones universales, tal vez porque el medio europeo ha sido y será siempre muy exigente. Pero el estudio profundo y concienzudo de nuestro pintor sobre los valores estéticos y sociológicos de nuestra patria, le ha permito adquirir la solidez necesaria para ubicarse entre los pintores más importantes del ámbito latinoamericano. Y esta vez llega a Huaraz (Ancash) trayendo lo último de su producción, con una muestra que desde ya celebramos todos.
ANDINO DE JULIO LEÓN
Teofilo Villacorta Cahuide
Han transcurrido aproximadamente dos décadas desde que frecuentaba el taller de Julio León, ubicado en el Jr. Rufino Torrico, en pleno centro de Lima, donde además tenían su atelier Alberto Dávila, Ángel Chávez, Galdos Rivas, entre otros grandes maestros. Yo era entonces un imberbe pintor tratando de encontrar alguna orientación en ese sendero por donde Julio ya había transitado ostensiblemente. En realidad, Julio León era ya un artista formado bajo los parámetros académicos y rigurosos de la vida tan difícil que le tocó vivir desde su llegada a Lima a causa de la tragedia del 70. Siempre lo veía frente a su caballete tratando de resolver algún tema que se había planteado. No se inmutaba ante la presencia de los visitantes que llegaban para verlo trabajar, pues consideraba que “su pintura no era un secreto de estado” (a diferencia de algunos pintores que adoptaban la falsa pose de misteriosos genios). Lo veíamos pintando hasta caer la tarde con ese infernal bullicio de automóviles que inundaban las calles. Extenuado, a veces se sometía a un intervalo de descanso cerrando los ojos detrás de esos cristales transparentes, donde seguramente la lucidez de su talento seguía creciendo aun en medio del sopor. Y no era para menos, pues Julio ya era docente en la Escuela Nacional de Bellas Artes, además enseñaba en el Instituto de Diseño Grafico y en el Colegio San Julián de Barranco. Por aquel entonces su pintura había encontrado una extraña pero feliz convivencia entre las bucólicas imágenes del paisaje andino y la rígida geometría de una ciudad donde el cemento crece desmesuradamente con la llamada modernidad. Y es esa fuerza telúrica imbatible la que lo ha llevado a seguir planteando la temática andina a través de personajes, como sus famosos músicos, que son los que mayor éxito le han concedido, porque en ellos percibimos una dulce y diáfana melodía expresada a través del color vivaz que pareciera traducir en nuestras almas la vívida idiosincrasia de los habitantes de las alturas. Durante su viaje a Europa, y definitiva estancia en Madrid, como es de evidenciar, su pintura ha registrado gran evolución. Sin desprenderse de su recurrente temática nacional, ha logrado una factura de dimensiones universales, tal vez porque el medio europeo ha sido y será siempre muy exigente. Pero el estudio profundo y concienzudo de nuestro pintor sobre los valores estéticos y sociológicos de nuestra patria, le ha permito adquirir la solidez necesaria para ubicarse entre los pintores más importantes del ámbito latinoamericano. Y esta vez llega a Huaraz (Ancash) trayendo lo último de su producción, con una muestra que desde ya celebramos todos.
* Teófilo Villacorta Cahuide es artista plástico y Coordinador de la ASABAP – Ancash
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